—¿Escuchaste eso? —Susurró Giancarlo prendiendo la luz, como si pudiera realmente hablar en voz baja.
—¡Apagá eso! Algunos tenemos que ir a trabajar mañana. —Luego de un bostezo, Mario miró el reloj, eran las tres de la mañana—. Voy a tener que comprar auriculares y un antifaz para dormir.
Giancarlo se apoyó contra la fría pared del cuarto que daba con el departamento vecino.
—¡Shh! Ahí está de vuelta ¿lo escuchaste? Es como un toc, toc toc.
—Sí, ni hablar. —Dijo su novio, que apenas se había sentado en la cama y se frotaba los ojos «voy a precisar un café. Ni modo que vuelva a dormir», se dijo.
—¡Levantate, dale! —Chilló, pensando que aun hablaba en voz baja. De un manotazo lo agarró por la muñeca y lo arrastró hacia la pared.
Ambos estaban pegados contra la fría pared, enfrentados. Giancarlo tenía una expresión de niño chico al que le fascinan las historias de terror. Por otro lado, Mario simplemente quería dejarlo contento y hacerse un café, le costaba horrores volverse a dormir una vez despierto. Y al convivir con él hace más de un año aprendió que le acababa doliendo menos hacerse un café antes de volver a enojarse con el luego de que lo levantara en plena madrugada como siempre hace.
—¡Ahí, Escucha! —Cerró los ojos, tratando de ver únicamente con sus oídos ahora helados gracias a la pared—. Toc, toc toc. —Imitó viviendo el sonido.
—¿Es como un latido? —Preguntó Mario, quien lo vivía por primera vez.
—No creo, los corazones hacen toc toc, toc toc. —Ambos se miraron en silencio, Giancarlo no había caído en cuenta de cuan cerca se encontraban—. ¿Qué?
Mario le sonrió.
—Nada, que te pones lindo así.
—Callate, tarado. —Dijo, brindándole un golpe en el hombro—. Es como… no sé, un rebote de pelota.
—¿Un rebote de pelota? Las pelotas no hacen toc.
—Depende… —Dijo Giancarlo, mordiéndose un labio lascivamente.
—Idiota. —Ahora fue él quien le golpeó—. Hablo en serio. ¿Nunca hiciste rebotar contra la pared una pelota de tenis? Hacen así.
—Eh… No. No hacen así. Dan dos golpes: en el piso, en la pared y devuelta a tu mano. El tercer golpe no debería escucharse, porque te lo da en la mano.
—Las paredes son muy finas. —Se excusó.
Giancarlo, ante el apagadizo espíritu inspector de su novio hizo un gesto amargado.
—Dejá nomás. —Y se desconectó de la pared, en búsqueda de un pantalón.
—¿Qué vas hacer? —«Decime que vas a hacer café» Pensó, nunca tenía ganas de batir el café.
De un tirón se puso los vaqueros, se subió el cierre y se lo levantó a la barriga, únicamente para que un segundo más tarde se volviera a caer. Sin el cinturón dejaba entrever parte de su ropa interior.
—A ver que es. Hace semanas que está rompiéndome las pelotas el ruido ese. Si no me va a dejar dormir por lo menos, que me deje ver que es.
Tan rápido como una descarga a tierra, Mario también empezó a vestirse, desesperado por hacerlo antes que él. Se puso un pantalón y, descalzo, salió encarando a la salida.
—¿Y a vos que te pico? —Gritó Giancarlo, quien dejó tirada la zapatilla que le faltaba a para buscar una explicación de su novio.
—Voy a averiguar yo. —Contestó en tono molesto al agarrar su manojo de llaves—. Por-que si vas vos, vas a golpear hasta que te abran.
—Y sí. ¿O que esperás? —Casi gritando.
Mario salió del departamento sin contestar a su pregunta. Con calma en su rostro caminó hasta el departamento de al lado, se agachó para espiar por el ojo de la cerradura, todo estaba oscuro. Dio un paso atrás y alzando el pie, destrozó la puerta de una sola patada. Pedazos del marco y de la puerta salieron disparando hacia adentro. Silencio.
—¿Qué mierda haces? —Chilló Giancarlo, histérico mientras revisaba en todas direcciones por si alguien acababa de ver eso.
Mario Dio un paso hacia la oscuridad, tanteó una pared hasta que encontró un interruptor.
—Ahí tenés tu ruido. —Dijo, esbozando una sonrisa estúpida.
—Me jodes… —soltó Giancarlo, intentando aguantarse la risa.
En medio del departamento, en la mesada de una cocina, una canilla mal cerrada dejaba escapara una gota lentamente. Toc. La gota resonaba contra el aluminio, entre tanto silencio la gota resonaba como un martillo contra la pared. Encima del pico, divertido y moviendo sus alas, como si bailara, ante cada gota un lorito verde y diminuto, imitaba ante cada gota despedida: «Toc. Toc toc.» Moviendo la cabeza.
—Con qué poco se entretienen algunos. —Susurró Mario volviendo a apagar la luz, soñando despierto con su cama.
—¿Y ahora qué hacemos? —Preguntó mientras lo seguía, intrigado.
—Vos hace lo que quieras. Yo voy a ver si duermo dos horas antes de laburar. —Señaló sosteniendo la puerta, preguntándose si su novio iba a entrar.
—O puedo batirte el café. —Insinuó.
—O podés batirme el café. —Dijo contento. Le dio un beso a su novio cuando este entró y cerró con llave, aceptando el inicio del día. Mientras, en su habitación seguía sonando: Toc. Toc toc.
Narración inédita escrita para el mundial de escritura, día 8. De todo lo escrito, mi favorita, espero que les guste, si es así sientanse libres de comentar y compartir.