12 – Nº de DNI: 001

                El tiempo es una maquina macabra, los años a veces salen como panes en una cena y, a veces, ni siquiera volviéndolos millones servía, su masa era incapaz de ponerse duro y verde. Siempre pasaban antes. Pero los inicios de años ya no importaban cuando lo único que quedaba por salvar en esta perra vida era la causa de nuestra convivencia.

                Como dije alguna vez, me llamo Aaron Konrat por uno que murió temprano, no, mejor dicho, que maté temprano. Déjenme contarles cómo es que fui bautizado.

                Existió un verano de contemplanza y solidaridad, el 2019 nos había besado en la frente en una cálida madrugada de curiosidad por un futuro incierto y de alcohol destilando decisiones ajenas. Es una costumbre socializar con el primero de enero y prometerle metas a cumplir en los próximos doce meses, nosotros, por ejemplo, nos juramos no volver a beber —parte de aquello porque sí, no teníamos problemas previos que nos hicieran desearlo—, y obviamente, formalizar lo que hasta entonces era una falsa hermandad entre los lobos que nos habitan hasta el día de hoy.

                El calor agobiaba esa tarde, hacía días que el viento no nos visitaba y el hielo tintineaba ante nuestra alegría por verlo tan seguido. Él, sentado en la base de nuestra palmera, yo había preparado el tercer jugo para seguir con el infinito y glaciar mate tereré. Le cebé el primero, me senté y el chisteó ante la amargura helada respectiva de mi primera cebadura. Y, a diferencia de nuestros dos previos y silenciosos termos nos pusimos a charlar:

                —Es una mierda el verano. —Dije, rompiendo el silencio.

                Él sin apartar la mirada de un punto fijo asintió lentamente. Cuando ya había dado por acabada la charla me dijo:

                —Había algo de lo que siempre quise hablarte.

                —Es un avance más. No hablamos desde la última discusión. Te escucho.

                Él se cruzó de piernas, igual que yo, tomó un mate, se aclaró la garganta como si fuera a dar un discurso y empezó.

                —Antes de que vos nacieras, de que… emergieras en esta loca vida. Antes de todo lo que pasamos. Yo quería escribir.

                —¿Qué? —Le conteste estoicamente mientras que por dentro explotaba un sinfín de conexiones neuronales que se contradecían, luchando infinitamente entre la risa irónica y la seriedad.

                —Bueno, —dijo alzando la vista, viendo a los trozos celestinos del cielo que se dejaban entre ver a través de las hojas—, lo cierto es que tengo un mal “abandonatorio.” Por así decirlo.

                —No quería decirlo… pero ya lo dijiste tú. —Comenté.

                —Sí. Yo más que nadie lo sabe.  Todo nació en una época sin distracciones, ni hobbies. Cuando no podía distraerme con nada ni nadie. Entonces solo tenía un diminuto teléfono celular fuera de época, tenía un teclado enorme que le dejaba una pantalla de lo más pequeñita. Aun así me las arreglé para empezar a leer. Cuando no existe nada ni nadie, solo es cuestión de que algo surja espontáneamente de la nada.

                Yo no le interrumpí, tampoco aparte la vista, pronto los hielos del mate empezarían a disolverse en tanto el seguía contándome sus penas. Pero quizá lo más espontaneo de todo esto, era esa curiosa calidez que nacía entre su típica frialdad pensante, dejando ver otro Él.

                —Y en esa época se estaban conociendo estos microrelatos de terror, que si los unías daban a luz a esta enorme historia, en la que todo se unía, y todo cobraba un sentido más mórbido y temerario. Y me dije “quiero escribir algo así” Y, pues, eso intenté. Empecé a escribir inspirándome con esas cosas de terror por una linda temporada.

                »Es que ya hace tiempo de todo aquello. Con el tiempo toda esa idea se fue enfriando hasta quedar tiesa, en el tiempo, en el pasado. Seguí estudiando en la secundaria y luego llegaste vos. Eras lo inconcluso de mí. O eso parecías, con tu calidez y tus sonrisas espontaneas. Nada parecido a mí.

                »Y esa  no fue la única vez. Tú me has visto. Tan solo fue la primera de las ideas, un poco antes de que vos llegaras me frené ante la idea de lo que hoy sé qué debo hacer, y pensé en los microemprendimientos que estaban surgiendo en internet. Otra vez me emocioné por un futuro por el que ni siquiera había empezado a trabajar. Esa fue la segunda vez. Un despegue fácil, el vuelo de unas semanas y ante la primera turbulencia acabé en el mar. No me acabó agradando, dudaba y lo acabé dejando de lado.

                »La tercera vez me viste darme las narices contra la pared. ¿Te acordás del negocio y de cómo te dije que había que experimentar cosas nuevas constantemente? No me mal intérpretes, sigo pensando eso.  Pero quizá lo torcería y lo dejaría fuera de lo profesional. Porque todos somos buenos en algo, o en varias cositas. Pero no por ello debes conocerlas TODAS. ¿Hace cuánto fue el primer día de mi negocio?  ¿Un año ya? Yo que sé, solo sé que no es para mí. Y vos lo sabes, la comunicación con la gente no se me da muy bien, y menos si debo incitarlas a ser mis “amigosocios”. Y por eso te lo digo, lo dejo ya. Mejor dicho ya lo dejé.

                »Quizá el último de mis súbitos ataques de abandono prematuro fue el que me hizo ver las cosas como debería verlas ahora. En la noche que dejé a Agatha, y la hice llorar, pobre, espero que este siendo feliz ahora. Cuando le dije lo que le dije realmente lo sentí. Pero por alguna jodida razón cuando empezamos lo nuestro también sentí la emoción con que sentía cada vez que pensaba encontrar el pan de mi cada día. Ahora sé que debo relajarme al sentir esa desorbitante emoción. Todo esto me hizo pensar. Y decirte otra vez que lo siento. Soy un frío con escasos sentimientos, pero entiendo lo que se siente escribir, y también creía sentir lo que era ser una antorcha como vos en un ambiente tan frío como en el que yo me muevo y pienso seguir moviéndome. Por eso te encerraba, por miedo. Por el estúpido sentimiento primordial del humano. Y pues. Todo esto desemboca en nosotros. Quería hablarlo con alguien, gracias.

                Cuando acabó se puso de pie lentamente, estiró sus piernas y buscó entre sus bolsillos. Sacó un pequeño pendrive.

                 —Me nació el antojo de charlarlo cuando encontré esto, acá guardaba mis historias. Quería dártelo, capaz te ayudaba de alguna manera. Y no me pidas que vuelva a escribir. Es lo tuyo, lo mío, será acabar los estudios y asegurarte los momentos necesarios para que despegues. —Acabó con su monologo sonriéndome honestamente, una mueca que acababa resultando extraña entre su rostro. Aunque por primera vez, realmente parecía honesto conmigo—. Revísalo, yo tengo ganas de caminar. En poco vuelvo.

                Y me dejó solo, lo agradecí por dentro, ya que tras todo aquello no encontraría las palabras justas para Él. Ni para nadie, luego de una confesión así, no tendría palabras para nadie.

                Entonces fui hacia la computadora e introduje el pendrive en ella. Y empecé a leer palabras humildes, de una cabeza fría, pero con ideas cálidas como las mías. Entre tantos textos se realzaban sus sentimientos, con intenciones claras y únicas. Intenciones que nunca expresó con nadie. Eran las ideas de un fantasma cálido que se cansó de poseer a una persona tan fría como Él.

                De entre tantos personajitos que había creado, existía uno que quizá era su consentido, existía en una novela sin acabar —aunque en el pendrive, nada estaba acabado— pero estaba apartado, anotado en un bloc de notas como si debía ser inolvidable. Y entonces nació en mi tibio corazón, la intensión de darle un buen recuerdo. Y entonces maté a un personaje que tuvo una vida trágica en el mundo imaginativo de Él y que pudo haber sufrido menos en lo poco que había de esa novela. Lo maté para no robar ideas ajenas. Lo maté para utilizarlo. Lo maté para dejar memoria de que Él tuvo, alguna vez, un corazón imaginativo. Lo maté para crearme una identidad fuerte. Lo maté, y me llamé Aaron Konrat.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s